Hay un botón, o a veces dos, se aprieta, viene la cabina, nos subimos y cambiamos de planta. No hay mucho más.

Claro que siempre hay quien aprieta el botón de nuevo, aunque ya esté encendido, para ver si el ascensor baja más deprisa. Porque claro, el ascensor entiende que si pulsamos varias veces, con impaciencia, debe dejar lo que esté haciendo y venir corriendo. O los que aprietan los dos botones, de subir y bajar, para que el ascensor sepa que tenemos prisa. O los que pulsan la flecha hacia abajo, para decirle al ascensor que baje, porque ellos quieren subir a la quinta planta.

Aunque la electrónica actual de los ascensores, sobre todo los que se encuentran en edificios con muchas plantas o con mucho tráfico (como hoteles), ya sabe lo que tiene que hacer y calcula siempre los trayectos más eficientes en función de cuántos botones hay pulsados en cada planta, siempre hay alguien consigue interferir. Por ejemplo apretando los dos botones. Y esto disminuye la eficiencia de los ascensores, algo especialmente molesto cuando hay acumulación de personas, por ejemplo a la hora de desayunar o de comer.

Así que algunos fabricantes han decidido quitarle el juguete a los que tienen como hobby pulsar todos los botones de ascensor que se ponen a su alcance. Y todo ello en pro de una mayor eficiencia de este sistema de transporte. Naturalmente todos conocen ya sistemas en los que el usuario acerca su tarjeta de la habitación al lector del ascensor, este viene y le lleva directamente a la planta de su habitación sin más. Sin apretar nada. Pero el nuevo sistema va un paso más allá.

La idea es que el sistema quede libre de peticiones erróneas (flecha abajo cuando se quiere subir) o innecesarias (las dos flechas), para que el algoritmo de control de los recorridos de los ascensores pueda desplegar todo su potencial y transporte el máximo número de personas, en el mínimo tiempo posible, a su planta de destino.

Para ello, en las instalaciones con tres o más ascensores, se quitan todos los botones individuales y se sustituyen por un teclado único que está en una columna central. Allí el usuario teclea la planta a la que quiere ir, y el sistema le indica qué ascensor debe tomar. Y no hay más. Al dejar que el programa pueda desplegar todo su potencial y utilizar complejos algoritmos matemáticos para calcular los recorridos más cortos posibles en función de las cargas de pasajeros, se reduce el tiempo de espera y de viaje al mínimo posible.

Y eso no sólo beneficia al huésped, sino también a la maquinaria, que deja de recorrer miles de metros innecesarios y reduce su desgaste. Además, como el sistema tiene el control total, avisa a mantenimiento antes de que se produzcan las averías, para que echen un vistazo o cambien piezas cuya vida útil está llegando a su fin. Esperemos que, dentro de unos años, por fin se hayan extinguido los “aprietabotones” compulsivos. Sería un alivio.

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